Por Jorge Franco
El “stréss” es un proceso de reacción del cuerpo humano que, ante estímulos ciertos como los contagios y las enfermedades de COVID-19, no avanza hacia el “relax” mientras sean reconocidos como amenazantes.
De hecho, el “strees” por COVID-19 se puso en marcha hacé más de dos años y ha permanecido activo en Yucatan desde que se entendió que el contagio ponía en riesgo la salud general, comprometiendo el bienestar familiar e, incluso, la supervivencia individual.
El conjunto de decisiones en torno al contagio y la enfermedad de COVID-19 ante las sucesivas oleadas pandémicas, ha sido el procesamiento cognitivo que los yucatecos han realizado para elegir entre varias alternativas de respuestas individuales ante la crisis pandémica.
En el día a día de más de dos años de contagios, enfermos y muertos con números realmente graves en Mérida y el resto de municipios de Yucatán, los emeritenses, progreseños, vallisoletanos, tizimileños, kanasineros, etc., han tomado decisiones que hasta hoy siguen buscando en en forma errática e incierta convertir el “stress”del COVID-19 en “relax” frente a él.
Cuando los yucatecos comenzaron a pensar en las diferentes vacunas; Aztra Séneca, Pfizer, Sinobac, Cansino, Moderna, Sputnik, etc., que podrían pero tendrían que recibir en cualquiera de los casos, .lo hicieron pensando en reducir de una vez y quizá para siempre el “stress” ocasionado por los contagios, los enfermos y los muertos, para comenzar a vivir una etapa familiar y social de “relax” ante COVID-19. No ha sucedido hasta hoy nada parecido al respecto.
Sin embargo, nada parece indicar que, luego del “stress” de más de dos años de crisis pandémica y otrox tantos de “stress” causado por las decisiones de evaluación y selección de las respuestas preventivas e inmunológicas, haya un avance definitivo hacia el “relax” debido a las nuevas oleadas de COVID-19 que evaden por sistema los regresos a focos rojos de contagios, enfermos y muertos en Yucatán.